Dioses, héroes y otras criaturas se encuentran en el origen del mundo según la mitología griega, un conjunto de relatos que refleja las creencias de los antiguos griegos respecto al universo y al hombre y que han llegado a nuestros días gracias a la literatura. Entre esos relatos, hoy queremos recordar uno: el que otorga un papel protagonista al olivo en la fundación de la ciudad de Atenas, cuna del Imperio Griego, uno de los más influyentes de todos los tiempos.
Los dioses griegos personificaban las diferentes fuerzas del Universo, adoptando figuras humanas. Eran seres todopoderosos e inmortales… pero también impredecibles y compartían pasiones y sentimientos humanos, como el amor, el odio, la envidia o la competitividad, incluso entre ellos mismos, como veremos en el mito de Atenas.
Doce dioses mayores… y otros personajes
En la mitología griega, los dioses se dividen entre mayores y menores. Los primeros representan las fuerzas del Universo y son doce:
- Afrodita: diosa del amor y la belleza.
- Apolo: dios del sol y la profecía.
- Ares: dios de la guerra (injusta).
- Artemisa: diosa de la luna y de la caza.
- Atenea: diosa de la guerra (justa) y de la sabiduría.
- Dionisio: dios de los placeres y de la vid.
- Hefesto: dios del fuego y de los metales.
- Hera: diosa del matrimonio.
- Hermes: dios de los comerciantes y de los ladrones.
- Hades: dios del inframundo.
- Poseidón: dios del océano.
- Zeus: dios de los cielos y soberano del Olimpo.
A ellos se unían deidades menores (con un poder menor) y otros personajes, como héroes y semidioses, criaturas mitológicas y titanes.
Durante siglos, los dioses fueron objeto de culto y pilar fundamental de la vida de los habitantes de la región. Incluso, cuando se instauró el cristianismo y se terminó con la religión pagana, todos ellos continuaron teniendo repercusión en el mundo del arte y la literatura y así ha sido hasta nuestros días.
Surgimiento de Atenas, gracias al olivo
El surgimiento de Atenas data del año 3.000 a.C. y, según la mitología, lleva ese nombre en honor a la diosa Atenea, que se coronó patrona y protectora de la nueva ciudad tras vencer a Poseidón. Pero, ¿qué tuvo que ver el olivo en ello?
Poseidón, dios de los océanos, regaló una fuente de agua salada. Sin embargo, parece que la jugada no le salió demasiado bien, ya que inundó las tierras atenienses, estropeando los cultivos.

Por su parte, Atenea, diosa de la sabiduría, decidió conceder al pueblo ateniense el primer olivo, como símbolo de la paz, el progreso y la fuerza, explicándoles todos los beneficios que podrían conseguir a través de su fruto. Los habitantes de la nueva ciudad lo tuvieron claro: Atenea sería su protectora, adoptando su nombre para denominar la población.

La leyenda no termina ahí. Ese primer olivo, considerado sagrado, ocupó un lugar privilegiado en la Acrópolis hasta el año 480 a.C., cuando los Persas invadieron Atenas y lo quemaron, algo que los atenienses consideraron un mal presagio. Sin embargo, al día siguiente, las ramas comenzaron de nuevo a crecer del árbol sagrado.
El olivo y el aceite, un papel fundamental en la historia de Grecia
A partir de entonces, el olivo tuvo un papel fundamental en Grecia a lo largo de su historia. La moneda que utilizaban los atenienses llevaba una representación de la diosa Atenea que portaba un casco ornamentado con una corona de olivo y, a su lado, un ánfora que contenía aceite de oliva.
Por su parte, los atletas que tomaban parte en los diferentes juegos que se desarrollaban en Grecia se ungían el cuerpo con aceite de oliva para mantener la flexibilidad de sus músculos. Además, los ganadores eran premiados con una corona elaborada con ramas de olivo.
Los usos del aceite de oliva fueron numerosos también en la medicina antigua. En el código de Hipócrates existen unos 60 remedios basados en el olivo para el tratamiento de enfermedades y afecciones.
Y, por supuesto fue un símbolo sagrado. El aceite se usaba con fines religiosos en diferentes ceremonias. Así, los antiguos griegos llevaban a cabo libaciones con aceite de oliva en los altares (ceremonia que consistía en la aspersión de una bebida, como ofrenda a un dios).
En definitiva, podemos decir que los atenienses anduvieron bastante listos al quedarse con el regalo de Atenea y, gracias a ello, hoy podemos disfrutar del olivo y del aceite de oliva, un producto al que, sin duda, también podemos calificar como “sagrado”.