El mercado del aceite de oliva enfrenta una serie de cambios significativos influenciados por factores climáticos y económicos que están redefiniendo el panorama de producción y consumo a nivel nacional e internacional. Desde fluctuaciones climáticas significativas hasta cambios en las dinámicas de consumo global, estos factores han generado un impacto notable en la producción y los precios del aceite de oliva, uno de los sectores productivos más emblemáticos del país.
Influencia de la climatología
El inicio del 2024 ha traído consigo lluvias abundantes en regiones clave de producción olivarera, tanto en Andalucía como en Castilla-La Mancha, lo que augura una mejora en las cosechas futuras tras varios años de sequía severa. Este fenómeno climático, denominado «la memoria del olivo», describe cómo los olivos producen más aceitunas basados en el crecimiento del año anterior, y las lluvias actuales han sido un alivio para un sector que ha sufrido de estrés hídrico prolongado.
Los expertos son cautelosamente optimistas sobre el futuro próximo. Aunque las lluvias prometen mejorar la situación del olivar, los fuertes cambios climatológicos que se experimentan año tras año podrían afectar negativamente el rendimiento antes de la recolección. Además, la producción aún debe recuperarse totalmente del impacto de años anteriores de sequía.
Producción, caída de la demanda y su efecto en los precios
La producción estimada de aceite de oliva en la actual campaña 2023-2024 ascenderá a 845.000 toneladas, lo que supone 230.000 toneladas más (27%) que en la campaña anterior de 2022-2023, según las últimas cifras del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA).
Paralelamente, el mercado interno ha experimentado una reducción promedio del 15% en la demanda de aceite de oliva, motivada quizá por la deriva hacia el consumo de otros tipos de aceite durante estos meses de altos precios. Cabe recordar que el aceite de oliva se ha encarecido un 67% en los últimos doce meses, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, y que solo en los dos primeros meses del año 2024, ya con la campaña nueva, ha aumentado un 10%.
Sin embargo, los precios en origen empiezan a experimentar una tendencia a la baja. En concreto, los del aceite de oliva virgen extra han caído un 20% y, aunque el descenso ha sido menos pronunciado para otros tipos de aceite, empieza a ser significativo. Por tanto, los precios, que anteriormente habían alcanzado picos por la escasez de producción y altas tasas de exportación, ahora se enfrentan a una posible estabilización o incluso más descensos si las condiciones de producción continúan mejorando. De momento, la bajada de precios no se refleja tanto en los lineales de los supermercados para el consumidor, pero habrá que permanecer atentos a su evolución.
Respuesta de la industria
Ante este panorama, la industria envasadora, que previamente había adquirido stocks a precios más elevados, se encuentra en una posición complicada. Con el objetivo de mitigar pérdidas, se ha acelerado la comercialización de estos stocks, lo que podría derivar en una sobreoferta en el mercado, creando una presión adicional sobre los precios, en un intento por ajustar la oferta a una demanda en descenso.
Además, se observa un interés creciente en la diversificación de productos, como la introducción de aceites de oliva premium y orgánicos, que pueden atraer a un segmento de mercado dispuesto a pagar más por productos de alta calidad y sostenibilidad comprobada.
Impacto en las exportaciones
A largo plazo, el mercado del aceite de oliva podría estabilizarse gracias a las mejoras en las condiciones de producción y un posible reajuste de los stocks y precios. Sin embargo, la exportación sigue siendo un área de incertidumbre. España, que es uno de los mayores exportadores de aceite de oliva, ha visto cómo las fluctuaciones en la demanda global y los precios internacionales afectan directamente sus volúmenes de venta al exterior. La caída de la demanda mundial de un 20% es una preocupación considerable, que ha resultado en una reducción del 40% en las ventas externas.
Gestión estratégica
El mercado del aceite de oliva está, por tanto, en un punto de inflexión. Mientras que las recientes lluvias han traído esperanza de recuperación, la volatilidad del mercado sigue siendo una preocupación central para productores, envasadores y consumidores. Además, la fluctuación en los precios y la adaptación a los nuevos niveles de demanda requerirán una gestión estratégica y cuidadosa para navegar en estos tiempos inciertos.
A medida que el sector se adapta a estos cambios, tanto consumidores como productores esperan que la estabilidad regrese al mercado del aceite de oliva, crucial para la dieta mediterránea y la economía agraria de España.