La crisis sanitaria sin precedentes que estamos viviendo en España, provocada por el coronavirus o COVID-19, está poniendo “patas arriba” el mundo tal y como lo conocemos. El estado de alerta decretado por el Gobierno ha confinado a una gran parte de la población en sus hogares, a la que solo se permite salir para cubrir necesidades básicas, como el trabajo (aquellos que no pueden ejercer “teletrabajo”) y la adquisición de bienes de primera necesidad. Por ello, creemos que es un buen momento para reflexionar sobre el carácter estratégico de nuestro sector agroalimentario y todo lo que ello conlleva.
Durante muchos años –y con la excusa de conseguir la alimentación barata para la población–, nuestro sector agrario (o agroalimentario) ha sido continuamente maltratado desde diferentes sectores. Así, mientras que a nuestros agricultores (e industrias agroalimentarias) se les exige todo tipo de requisitos que se traducen, en muchos casos, en unos costes inasumibles, se permite la importación libre de productos procedentes de terceros países, productos de baja calidad, producidos en condiciones cuestionables, con mano de obra barata y sin control fitosanitario. Y todo ello a unos precios muy por debajo de los precios nacionales de producción.
Reclamar precios justos
Nuestros agricultores llevan mucho tiempo reclamando precios justos, que cubran los costes de producción y den rentabilidad a las explotaciones agrícolas, lo que se puede lograr de muchas maneras, entre otras valorando la calidad de los productos que importamos y exigiendo a los productores del país de origen, al menos los mismos requisitos que se pide a los nacionales.
Antes de la llegada de la crisis por el COVID-19, el sector se lanzó a la calle reclamando cambios legislativos urgentes que permitan definir por ley cuál es el precio justo de los productos agrícolas, así como que se sancionen, de forma contundente, a todos los que abusen. Las movilizaciones, a pesar de las trabas puestas por el Gobierno, dieron como resultado la constitución de una Mesa de Diálogo Agrario, con el fin de definir un paquete de medidas para valorizar el trabajo de agricultores y ganaderos y para que obtengan unos precios adecuados por sus productos.
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, se comprometió a establecer una hoja de ruta con actuaciones en apoyo de los sectores más afectados como el del aceite de oliva y el hortofrutícola, así como presentar un borrador de reforma de la ley de la cadena alimentaria, con el objetivo no solo de trasponer la directiva comunitaria sobre prácticas comerciales desleales, sino también para darle un papel más significativo a cada uno de los eslabones de la cadena. Todo ello se ha visto frenado con la nueva situación de crisis.
Los héroes del sector agroalimentario
Llegado el coronavirus, además, vemos que los únicos trabajadores que parecen ser héroes son los relacionados con el sector sanitario. Y, ojo, que estamos de acuerdo en que lo son. Quizá sea porque están haciendo escrupulosamente su trabajo, por el que cobran su nómina (antes del coronavirus, durante y después) o quizá porque han sabido mediatizar su trabajo, el cual es muy importante, sobre todo en estos momentos. En definitiva, se trata de un sector que no ha sido denigrado en ningún momento.
Sin embargo, resulta lamentable que nadie se dé cuenta (o nadie quiera hacerlo) de que hasta el momento, y a pesar las circunstancias, cuando vamos a comprar a nuestra tienda de barrio, supermercado o hipermercado, seguimos teniendo alimentos en abundancia, alimentos de calidad que son producidos por nuestros agricultores, ganaderos y pescadores; alimentos que son recolectados a duras penas por nuestros agricultores (no hay mano de obra nacional) y procesados en nuestras industrias agroalimentarias, que disponen de una importante cadena logística capaz de servir esos productos hasta los puntos de venta.
¿Por qué, entonces, no se ha mediatizado el sector agroalimentario y los agricultores no aparecen como héroes para la población en estos momentos de crisis? Pues simplemente porque el agricultor no quiere mediatizar su trabajo. Es consciente, desde siempre, del servicio que presta a la humanidad y del carácter estratégico de su actividad. Pero con eso no vale. Lo que desea y necesita el agricultor es que se le cuide y se le proteja, de forma que pueda seguir siendo competitivo para poder desarrollar esa labor estratégica para toda la sociedad, que consiste, ni más ni menos, en producir alimentos de la máxima calidad a unos precios razonables.
Creo que, cuando superemos la crisis del coronavirus, debemos reconocer la gran lección –silenciosa– que nos está dando el sector agroalimentario nacional, estableciendo los mecanismos adecuados que permitan compatibilizar la obtención de alimentos de calidad, a unos precios razonables acordes a los costes de producción y protegiéndolo, en todo caso, de cualquier tipo de interés espurio distinto del que le corresponde por su carácter estratégico nacional, puesto de manifiesto de una forma nítida en el actual momento de crisis nacional.
J. Florencio Pastrana