El día 15 de mayo se celebra la festividad de San Isidro Labrador, patrón del campo y de los agricultores. Isidro, que fue beatificado por el Papa Paulo V en 1619, fue un campesino madrileño nacido a finales del siglo XI que trabajaba en las tierras de Juan de Vargas, un caballero medieval que pertenecía a uno de los linajes más antiguos de Madrid. Sus milagros, sobre todo aquellos relacionados con la agricultura, fueron los que le llevaron a la beatificación y al hecho de que los campesinos le escogieran como patrón. Y así lo es hasta nuestros días aunque, como veremos, los avances que se han producido en las técnicas agrícolas hacen que, ahora, haya que mirar hacia otro lado en busca de los milagros.
Renovación agrícola en la Edad Media
Hasta el siglo XI, la tierra era la única fuente de riqueza que existía en nuestro país, fundamentalmente el cultivo de cereales. Sin embargo, los terratenientes no se habían preocupado mucho por invertir en la modernización de las técnicas agrícolas, más preocupados en comprar armas con las que combatir en las guerras.
Esta situación cambió entre los siglos XI y XIII, cuando se produjo la expansión del régimen feudal y la actividad económica renació con la renovación agrícola. Ésta llegó en forma de avances técnicos importantes para la época, como fue el llamado arado normando (en sustitución del romano que se usaba hasta entonces), la introducción de los caballos a la hora de arar (más rápidos que los bueyes) o la rotación trienal en los cultivos.
A diferencia del arado romano, el normando disponía de ruedas y vertedera, un dispositivo para guiar el surco y voltear la tierra, a modo de timón, que hacía el surco más profundo. Además, las ruedas en el arado facilitaban su transporte y equilibrio. No sabemos si este avance técnico influiría en uno de los milagros atribuidos a San Isidro, de quien se decía que, mientras él iba a orar, los bueyes permanecían arando ellos solos.
Por su parte, la rotación trienal consistía en plantar un cereal de invierno durante la primera parte del año, otro de primavera en la segunda y al final del año dejar en barbecho la tierra, permitiendo así obtener mayores cosechas que cuando la rotación era bienal.
También se introdujeron mejoras en los sistemas de riego, con el uso de acequias, norias de agua y molinos. Aun así, en los años de sequía las cosas se ponían difíciles para los agricultores. Y fue, precisamente, uno de esos años de sequía cuando se produce otro de los milagros de San Isidro quien, temiendo por la rentabilidad de los campos de su patrón por la falta de agua, dio un golpe con la azada y consiguió sacar agua del campo.
La auténtica revolución agrícola del siglo XXI
Si en la época del santo estos avances se recibieron con gran entusiasmo, nos podemos imaginar lo que pensarían aquellos agricultores si hubieran podido ver la auténtica revolución agrícola que se produciría en el siglo XXI, con la aparición de técnicas avanzadas que permiten, no solo aumentar la producción sino, a la vez, garantizar la sostenibilidad del sector agroalimentario.
Las técnicas de lo que se ha venido a llamar agricultura de precisión tienen como objetivo satisfacer la demanda creciente de alimentos, asegurando la sostenibilidad de la producción primaria, por medio un planteamiento de la gestión de la producción más exacto y eficiente en el uso de los recursos o, dicho de otra manera, “producir más con menos”.
Gracias a la revolución digital han ido surgiendo tecnologías como el Big Data (tratamiento de datos masivos) y el Internet de las Cosas (Internet of Things, o la interconexión digital de objetos cotidianos con Internet) que han influido de manera muy clara en el avance de las técnicas de la agricultura de precisión, tal y como recogen los datos de CORDIS, el Servicio de Información Comunitario sobre Investigación y Desarrollo de la Comisión Europea.
Actualmente, entre el 70 y el 80% de la maquinaria agrícola nueva lleva integrado algún componente propio de la agricultura de precisión, encontrando tecnologías de este sector en las cuatro etapas del ciclo de producción de los cultivos (la preparación del suelo, la siembra, la gestión de los cultivos y la cosecha).
Robótica aplicada al campo y a los invernaderos, con el fin de que la recolección de los cultivos sea más eficaz y menos laboriosa; sistemas de sensores punteros, que son capaces de monitorizar y analizar datos agrícolas para mejorar la gestión del riego; uso de drones para mejorar los procesos y ahorrar costes (por ejemplo, a la hora de fumigar, de regar o, incluso, de decidir el momento óptimo de la cosecha); o tecnologías de la información (TIC), cuyo cometido es asesorar, informar y ayudar a los agricultores, así como promover una cooperación activa entre los usuarios, son algunos de los avances que encontramos hoy en día en el campo y que están contribuyendo a optimizar los rendimientos en el campo.
Todos estos avances garantizan una base de recursos naturales sostenible y mejoran la productividad para dar respuesta a la creciente demanda de alimentos en todo el mundo. O, dicho de otro modo, hacen que se produzcan los milagros en pleno siglo XXI.