Los Consejos Regulares de las diferentes Denominaciones de Origen vinícolas en España tienen, a menudo, unos principios bastante rígidos que, en ocasiones, resultan más difícil de cumplir para unas bodegas que para otras, a pesar de estar amparados por los mismos principios. Por este motivo, un grupo de investigadores de las universidades de Salamanca, Zaragoza y Complutense de Madrid han desarrollado una metodología que permite clasificar las denominaciones de origen vinícolas en función de las tecnologías de producción que emplean y los mercados a los que se dirigen. De esta manera, el estudio contribuye a que cada zona pueda distinguirse y obtener una mayor rentabilidad.
El objetivo de este estudio ha sido clasificar las denominaciones de origen vinícolas dentro de la tipología de los mundos de producción, con el fin de desarrollar una herramienta útil para orientar las políticas de desarrollo local.
Según los responsables de la Universidad Complutense de Madrid que han participado en este estudio, la metodología desarrollada demuestra que existen más singularidades locales de las que se piensa y que pueden explotarse más. La novedad de estas técnicas es que son cuantitativas y pueden convertirse en una herramienta útil porque sus indicadores miden a la vez hechos económicos y territoriales.
“Nunca, hasta donde sabemos, se habían utilizado técnicas estadísticas para aplicar esta teoría al estudio de casos empíricos. Los trabajos disponibles hasta ahora son de carácter cualitativo”, ha asegurado Consuelo del Canto, investigadora del Departamento de Geografía Humana de la UCM y una de las autoras del estudio.
Metodología de la investigación
El trabajo se ha desarrollado a lo largo de dieciséis comarcas de las regiones de Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Madrid, que han implantado el mecanismo de Denominación de Origen conforme a la normativa de la Unión Europea. Entre ellas se encuentran Vinos de Madrid, las castellano-leonesas Ribera del Duero, Rueda o Toro; las aragonesas Calatayud o Campo de Borja; y las castellano-manchegas Mondéjar y Uclés.
El modelo de la investigación se ha basado en la teoría de los mundos de producción, que ayuda a entender las diferentes modalidades de organización de la cadena de valor en la industria y que ha influido en la geografía de los alimentos desde los años noventa. Hasta ahora, se usaba una metodología cualitativa y, en este caso, los investigadores han considerado útil trabajar con datos cuantitativos sobre bodegas, marcas y recursos.
De este modo, las bodegas estudiadas se han clasificado en las cuatro categorías de los mundos de producción: industrial (tecnologías estandarizadas y mercados genéricos), de nichos de mercado (tecnologías estandarizadas y mercados diferenciados o de nicho), interpersonal (tecnologías especializadas y mercados diferenciados) y de la innovación (tecnologías especializadas para mercados genéricos). “Distingue, básicamente, los sectores que utilizan tecnologías estandarizadas de las que emplean tecnologías especializadas o específicas, por un lado, y por otro, entre sectores que abastecen mercados genéricos, de alto volumen y demanda predecible, de los que abastecen a mercados diferenciados, con volúmenes menores y demandas fluctuantes”, ha asegurado José Luis Sánchez Hernández, investigador del Departamento de Geografía de la Universidad de Salamanca.
Al cubrir estos cuatro mundos de producción, se demuestra que las Denominaciones de Origen son modelos menos rígidos y con más singularidades locales de lo que se concibe.