Dicen que, muchas veces, la realidad supera la ficción. Y así es como se empieza a sentir el mundo después de estos dos últimos años, como si estuviésemos viviendo en un guión de película apocalíptica. Tras una pandemia mundial (que aún da sus últimos coletazos), nos vemos sumidos ahora en lo que parece que va a ser una crisis sin precedentes provocada, entre otros factores, por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, y que, además de la incalculable pérdida de vidas humanas, está afectando a tres sectores clave para la economía global: la energía, los mercados financieros y los productos agrícolas.
El sector agrario español será, sin duda, uno de los damnificados de este conflicto. Nuestras importaciones de cereales y girasol, así como de medios de producción básicos, como abonos y fertilizantes, se están resintiendo ya y lo van a seguir haciendo, lo que implicará un nuevo encarecimiento de los costes de producción para el sector, que viene a sumarse a la tendencia seguida desde que se declaró la pandemia mundial por la Covid-19.
El granero de Europa
Estos días estamos oyendo hablar de Ucrania como el “granero de Europa” y es así porque se trata del país europeo con mayor porcentaje de superficie cultivable. Hasta el momento, el país eslavo lideraba la producción y exportación de todo tipo de cereales, especialmente girasol, cebada y maíz.
Según el ICEX (Instituto de Comercio Exterior), España compra a Ucrania el 42,2% de los cereales que importa por lo que el parón en la producción puede suponer un problema grande de desabastecimiento, así como una subida de precios.
Si hacemos un análisis por productos, importamos anualmente casi el 30% del maíz que necesitamos de Ucrania, siendo nuestro segundo proveedor en la campaña 2020/2021, por detrás de Brasil. Asimismo, el 62% de nuestras compras en el exterior de aceite de girasol proceden de Ucrania, a lo que hay que sumar el 17% del trigo y el 15,4% de leguminosas grano, entre otros productos.
El destino de muchas de estas importaciones es la elaboración de piensos para la ganadería, por lo que la falta de suministro traerá consigo un encarecimiento de estas materias primas, con lo que ello conlleva para el sector ganadero y para la industria cárnica y láctea.
Incremento de los precios de la energía
El mercado de la energía es otro de los grandes afectados por el conflicto entre Rusia y Ucrania. Rusia es uno de los principales países exportadores de gas natural y petróleo del mundo, por lo que una de las consecuencias de la situación actual (incluyendo las sanciones que está imponiendo a Rusia la Unión Europea y Estados Unidos) es el incremento de los precios del gas, la luz y los combustibles.
En el mercado europeo, la subida del gas ha sido extraordinariamente pronunciada desde el inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, el pasado 24 de febrero, y está afectando a consumidores, industria y empresas de todos los sectores. Desde la producción al transporte, la subida de los precios de la energía está provocando situaciones insostenibles para los productores, comercializadores y distribuidores, algo que viene a sumarse a los problemas que ya había con falta de suministros de materiales y componentes (y el correspondiente incremento de precios), como ya os contábamos hace unos meses en este artículo.
El primer sector que ha salido a la calle para reclamar una solución a esta situación ha sido el de los transportes, cuya viabilidad depende directamente de los costes del combustible. Y esto, obviamente, está repercutiendo en el resto de la cadena alimentaria, donde las voces han comenzado a hacerse oír también.
Huelga de transportes
En un comunicado, la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB) ha denunciado “graves problemas en el funcionamiento de la cadena alimentaria debido al bloqueo que se está produciendo en algunas carreteras de nuestro país con motivo de la huelga de transportes”.
“La industria de alimentación y bebidas ha reportado numerosos incidentes debido a los cortes que están impidiendo la entrada y salida de vehículos de empresas, centros logísticos y explotaciones suministradoras de materias primas, dificultando la recogida de mercancías indispensables para el funcionamiento de la industria de alimentación y bebidas y, por tanto, de toda la cadena alimentaria”, ha añadido.
Por ello, las empresas ven con especial preocupación las limitaciones en el transporte de productos frescos, muchos de ellos altamente perecederos, cuya caducidad amenaza con una pérdida irreparable del producto, así como la paralización de las empresas por falta de stock. Del mismo modo, hay inquietud por las restricciones en las cargas de animales, que están dejando a los mataderos con una actividad mínima y la consecuente amenaza de desabastecimiento.
Futuro inmediato incierto
Con este panorama, el futuro inmediato de los sectores agrícola, ganadero y alimentario, en general, se presenta muy incierto. Agricultores y ganaderos ya se han manifestado reclamando un plan de choque contra el incremento continuado de los precios de producción agrarios y exigiendo que se arbitren mecanismos que permitan la rentabilidad de sus explotaciones.
El sector reclama el cumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria, la garantía de unos precios de los productos agrarios que permitan la sostenibilidad de las producciones, un control de las importaciones para competir en las mismas condiciones que los productos que viene de fuera, planes hidrológicos que permitan optimizar los regadíos y, en definitiva, unos planes estratégicos que reconozcan el papel clave del sector agrario en nuestro país, lo protejan y garanticen que siga siendo viable.