Acceder a los mercados internacionales se ha convertido en una prioridad para muchas empresas del sector agroalimentario, en general, y de los sectores vinícola y oleícola, en particular. En un entorno muy competitivo, trabajar basándose en la excelencia se hace imprescindible para cualquier entidad que quiera mejorar sus resultados día tras día. Y, para ello, no hay otro camino que la apuesta por la calidad y la seguridad alimentaria, dos aspectos fundamentales para cualquier empresa que quiera competir con garantías, tanto en el mercado nacional como fuera de nuestras fronteras.
Para lograrlo, no resulta suficiente con que las empresas cumplan con la reglamentación obligatoria en vigor sino que, además, deben afrontar una serie de normas de ámbito internacional, exigidas por entidades de los diferentes países en los que quieren competir, que garantizan el cumplimiento de todos los estándares de calidad y de seguridad alimentaria. Son las certificaciones ISO, IFS (International Food Standars) y BRC (British Retail Consortium), algunas de ellas obligatorias para exportar a países como Reino Unido, Alemania, Francia o Italia, entre otros.
Es importante que las empresas conozcan que los trabajos de implantación de estas normas de calidad también son subvencionables y que disponer de ellas es valorado de forma muy positiva en los baremos de concesión de determinadas ayudas, como FOCAL o VINATI.
Contar con alguna de las certificaciones disponibles, tal y como reconoce ENAC (Entidad Nacional de Acreditación) supone disponer de un reconocimiento formal de las competencias técnicas de una empresa y una valiosa garantía de cara a la Administración Pública y a los propios mercados de la fiabilidad de los servicios que se ofrecen. Por ello, hoy queremos que conozcáis un poco mejor estas normas de aplicación al sector agroalimentario en que nos movemos.
A la hora de implantar los sistemas de gestión que aseguran el cumplimiento de los requisitos exigidos por cualquiera de estas certificaciones, resulta imprescindible contar con un equipo de ingeniería solvente técnicamente, que conozca de primera mano cada una de las fases de los procesos productivos, de forma que cuando se proceda a la definición de una instalación, no resulte complicado la posterior implantación de esta norma de calidad, dado que la definición de las instalaciones y de los procesos van de la mano.
ISO 14001 y EMAS: certificaciones de los sistemas de gestión ambiental
Las empresas, independientemente de su actividad o tamaño, deben cumplir con el mayor número de exigencias ambientales impuestas por la Administración, además de por los clientes y por la sociedad, en general. Promover la protección ambiental y la prevención de la contaminación resulta imprescindible hoy en día, por lo que contar con una certificación ISO 14001 garantiza que la empresa ha reducido los impactos ambientales de su actividad y cuenta con sistemas optimizados de gestión de recursos y de residuos.
Dentro de la gestión medioambiental, también encontramos el registro EMAS (Sistema Comunitario de Gestión y Auditoría Medioambientales). Se trata de una herramienta voluntaria diseñada por la Comisión Europea para la inscripción y reconocimiento público de aquellas empresas y organizaciones que implementan un sistema de gestión ambiental que permite evaluar y mejorar sus impactos. Las entidades reconocidas por el EMAS presentan, periódicamente, una declaración medioambiental verificada por organismos independientes.
En cualquiera de los dos casos, cabe señalar que tanto las órdenes FOCAL como algunas de las VINATI, reconocen estas normas como subvencionables. Como decíamos, es necesario conocer los procesos productivos para poder controlar medioambientalmente los mismos, como primer paso para poder acreditar el cumplimiento de la legislación medioambiental.
Certificaciones ISO 9001 e ISO 22000
La certificación ISO 9001 es una de las más antiguas. En España comenzó a implantarse en la década de los 90, cuando las empresas demandaban herramientas de gestión de la calidad que les permitieran mejorar su gestión interna y distinguirse en los mercados en los que competían. Hoy por hoy es una de las certificaciones más implantadas en las empresas y una buena base desde la que avanzar hacia otros sistemas de gestión, como el medioambiental, el de seguridad o la responsabilidad social.
Se trata de una norma internacional que adopta un enfoque basado en procesos, entendidos en términos que aporten valor, que se obtengan resultados y, sobre todo, buscando la eficacia y la mejora continua.
Por su parte, la norma ISO 22000, específica para el sector agroalimentario, recoge los requisitos que debe cumplir un sistema de gestión para asegurar la inocuidad de los alimentos a lo largo de toda la cadena alimentaria, incluidos el punto de venta y el consumidor final. Disponer de este certificado proporciona confianza a los consumidores, gracias a un control más eficiente de los riesgos para la seguridad alimentaria. Las certificaciones ISO 9001 e ISO 22000, además, dan respuesta a los requisitos demandados por otros protocolos privados, como veremos a continuación.
BRC: imprescindible si queremos llegar a grandes superficies, sobre todo en el mercado anglosajón
BRC es una certificación de protocolos privados y uno de los modelos más extendidos a nivel internacional para que los distribuidores y grandes superficies cualifiquen a sus proveedores de producto de marca. Su objetivo es asegurar que los proveedores de estos centros de distribución cumplen con una serie de requisitos que garanticen la salubridad de sus productos.
Las certificaciones BRC se crearon en 1988 en el seno del Consorcio Británico de Minoristas, que representa los intereses del 90% de los distribuidores del Reino Unido. Actualmente, es imprescindible contar con ella para exportar al mundo anglosajón, aunque no es el único mercado que la exige, ya que otros muchos países del mundo también se rigen por esta norma. BRC tiene una extensión, denominada BRC/IoP, dirigida a productores de envases de uso tanto alimentario como no alimentario (cosméticos, perfumería, etc.).
IFS: transparencia a lo largo de la cadena de suministro
Si el destino de nuestros productos son los mercados alemán, francés o italiano tendremos que plantearnos disponer del certificado IFS, un protocolo privado técnico desarrollado por los distribuidores de estos países con el objetivo de unificar los criterios exigidos a los proveedores que suministren sus productos allí.
Imagen de un supermercado francés
Tanto este protocolo como el BRC y las normas ISO requieren la implantación previa de un sistema APPCC basado en el Codex Alimentarius (un documento establecido por la FAO y la Organización Mundial de la Salud en 1963 para elaborar normas alimentarias internacionales armonizadas, que protegen la salud de los consumidores y fomentan prácticas leales en el comercio de los alimentos), así como la implantación y gestión de Prerrequisitos e Instalaciones. Es un sistema que proporciona una visión clara de los conceptos de seguridad alimentaria y control de calidad. Es aplicable tanto a productos alimentarios como no alimentarios.
La implantación del APPCC, por tanto, es obligatoria en España. Es un sistema que se basa en un análisis muy básico de los puntos críticos del proceso productivo, así como su seguimiento, de forma que ante cualquier posible contaminación, sea fácilmente identificable el foco, vía trazabilidad. Las normas 9001, IFS y BRC son un paso adicional al APPCC, de obligada implantación.
Protocolo GLOBALGAP: garantía de buenas prácticas agrícolas
Otro de los protocolos privados es GLOBALGAP, desarrollado también por un organismo privado y que establece una serie de normas voluntarias a través de las cuales se puede certificar productos agrícolas en todas partes del mundo. Es aplicable a diferentes productos y es capaz de abarcar la globalidad de la producción agrícola.
En la práctica, es una garantía de que los alimentos cumplen con los niveles establecidos de calidad y de seguridad y que, además, se han elaborado siguiendo criterios de sostenibilidad, higiene y bienestar de los trabajadores, criterios medioambientales y de respeto a los animales.
A grandes rasgos, estos son los certificados más importantes aplicados a la industria alimentaria. A partir de ahí, centrándonos en sectores concretos, encontramos otras certificaciones más específicas, entre ellas la certificación de aceite de oliva virgen extra, certificación de productos de origen animal para exportación, norma de calidad para la carne, el jamón, la paleta y la caña de lomo ibéricos, certificación Letra Q en Leche y Productos Lácteos, productos aptos para celiacos controlados por FACE (Federación de Asociaciones de Celiacos de España), lucha biológica contra plagas, LEAF Marque o Tesco Nurture, para producción hortofrutícola.
Desde Pastrana Ingeniería y Servicios nos ponemos a disposición de cualquier empresa del sector agroalimentario interesada en conocer y gestionar los trámites de subvenciones para la implantación de certificados de calidad de cara a mejorar su competitividad en mercados nacionales e internacionales. Nuestra experiencia como ingeniería de procesos nos permite conocer a la perfección los procedimientos industriales, como punto de partida para efectuar una adecuada definición de instalaciones, con vistas a facilitar el cumplimiento de todas y cada una de las normas de calidad indicadas.